miércoles, 9 de marzo de 2011

Por ti, por mi y porque el mundo es nuestro.

Yo una vez me enamoré. Me enamoré tanto tanto tanto que las canciones de amor se quedaban cortas. Me enamoré tanto tanto que no había fuerza en el mundo que pudiera hacer que me desenamorara. Todo el mundo se enamora. Y yo, yo me enamoré de ti. Contigo descubrí lo que realmente es querer.
Me enamoré de tus tonterías. Me enamoré de tus detalles. Me enamoré del mes de agosto. Me enamoré de nuestras noches infinitas de verano (y de invierno). De tu magia. De tu encanto. Me enamoré de tantas cosas que nunca conseguiré acordarme de todas. Me enamoré de tus manos. De tus labios. De lo nuestro en el desván. De nuestros planes de futuro. De nuestros viajes. Me enamoré de todo lo que nos queda por vivir. Me enamoré de cada día veintisiete. Si en ese momento, en el que hasta la canción más bonita del mundo no podía compararse con nuestros besos, supe que me había enamorado.
Unos dicen que el amor es para siempre. Y yo no dudo jamás cuando me preguntan si te quiero. Porque te quiero y te voy a querer siempre. Me enamoré de los pros y de los contras. Me enamoré de todo. Recuerdo todo lo mágico de cada momento. Cuando me abrazabas mientras dormías los primeros días en nuestros viajes de tren. Y cuando me mirabas a los ojos y me decías cuánto me querías y que siempre estaríamos juntos.
Nuestras vidas han dado unas cuantas vueltas. Y ahora, pienso cada noche en la parte bonita de nuestro amor, cada noche antes de irme a dormir...y sonrío, sonrío porque mañana sigue nuestra historia, y seguirá cada mañana al despertarme.

Y os cuento esta historia, mi historia, porque enamorarse es lo más bonito e increíble que hay.
Y yo, lo estoy.

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