viernes, 29 de enero de 2010

Teméis todas las cosas como mortales y todas las deseáis como inmortales.

-¿Te puedo pedir una cosa?
-Sí, dime
-No te acostumbres a mí.
-¿Cómo?
-Que no te acostumbres a mí, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad matutina, ni a mis sonrisas en esos momentos, ni a mis besos, ni a mi olor. No te acostumbres a que hablemos de tus problemas, ni a que te escuche con atención. No te acostumbres a como te miro o te dejo de mirar, no te acostumbres a mis mejillas rojas como un tomate cuando te ríes de mí, ni te acostumbres a mi rabia, ni a reírte de las cosas que digo. No te acostumbres… enserio
-¿Y eso a que viene?
-A nada simplemente algún día me cansaré, me iré y echarás de menos a esas cosas si estás acostumbrado

Tratando de dominar el mundo

Ya sonaba alto antes de que naciéramos. Hemos venido al mundo y como generación sin nombre tenemos todos unas ganas insaciables de comernos el mundo. Nacidos desde el más triste orgasmo hasta la única ilusión de dos personas. Dentro de una maldita contradicción. Hechos de un plástico no muy resistente, con una dosis de cinismo que supera lo recomendado por la fábrica. Esperanza de un futuro borroso, engañoso. Muertos en vida en plena sobredosis, en pleno subidón cerramos los ojos y nos importa muy poco lo que pueda llegar a pasar. Resaca acumulada por generaciones que depositan demasiada confianza, resaca de antaño acumulada en un sólo ser. Somos buenos en cosas malas, y malos en cosas buenas, o eso dicen, o eso no se cansan de decir. Creyentes de la nada, del ahora, de lo poco que hay. No en ninguna fe ciega, culpables de no ver más allá de lo que significa una piedra esculpida. Culpable también por renegar un sistema lleno de pequeñas fracturas. Somos paradojas. Pero también somos tan distintos que encerrarnos en el mismo sobre viene a ser negarnos lo que aún no sabemos. ¿Soy una buena persona haciendo cosas "malas"… o una mala persona haciendo cosas "buenas"?

Leonard Bernstein (1918-1990)


La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”.

El origen de la Tragedia - Friedrich Nietzsche

..La música y el mito trágico son, en un mismo plano, la expresión de la facultad dionisiaca de un pueblo, y parecen inseparables. Ambos derivan de una esfera del arte que, por lo mismo, es apolínea; ambos alumbran una región de armonías dichosas en las que se extingue deliciosamente la disoancia y se desvance la horrible imagen del mundo; ambos juegan con el aguijón del dolor, confiando en el poder infinito de sus encantos; ambos justifican por este juego la existencia de <<>>. A los ojos del apolíneo, el instinto dionisiaco se manifiesta aquí como la fuerza asrtística primitiva y eterna, que llama a la vida al mundo entero de lo ilusorio, de lo aparente, en medio del cueal es necesaria un anueva ilusión transfiguradora para retener en la vida el mundo animado de la individualidad. Si nos fuese posible imaginar la disonancia hecha carne – ¿y qué es el hombre sino esa disonancia hecha carne? -, para poder soportar la vida, esta disonancia tendría necesidad de una admirable ilusión, que le ocultase su verdadera naturaleza bajo un velo de belleza. Este es el verdadero fin del arte apolíneo; el nombre de Apolo resume aquí para nosotros esas ilusiones innúmeras de la bella pariencia que hacen, en cada momento, digna de ser vivida la existencia y nos empujan a vivir el instante que sigue.
La música, el arte ilusorio que nos motiva a seguir caminando cuando la realidad se hace carne viva; condimento que endulza los tragos amargos; nube donde acurrucarnos cuando la tormenta se hace visible.